dimecres, 2 d’abril del 2014

Tu propia condición.


Interludio de miradas, mientras afilan sus palabras. La habitación blanca sin ventanas era ideal. Yo apostaba por el de los calzones rojos. El otro me dio la impresión que lo habian dopado con Quetiapina. Unos minutos después pagaba un dinero a unos eficientes hombres de la limpieza que no iban a dejar rastro, en la sala blanca. Contando billetes mientras mis ayudantes dispersaban a la gente. Sales de baño, ese era el truco. Nadie los echaría en falta, a lo máximo sentirían un alivio al saber que habían dejado de sufrir. La sangre congregaba cada sabado por la noche doscientas personas al ala 2 escalera A de la Institución Psiquatrica Plymouth.

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