dilluns, 14 d’abril del 2014

Siganme señores.





Deslizándome como un espejo sobre una pista negra. Sin control. Desprendiéndome de la fricción del tiempo entro en una extraña inercia que me libera de todo mal. El sol se refleja en mi móvil y apenas distingo las palabras de tu despedida por whatsapp. Soy el dolor de mi propia ausencia. Estonosepara, que diría Helena Miquel. Compartir el camino de baldosas amarillas con un puñado de extraños. Soy el truco que esconde la magia de la vida. Perder en un juego que tu mismo has inventado. “Les enseñaré sus aposentos, siganme señores” les dijo mientras subian por la escalera de caracol alumbrados por la tenue luz de un candelabro.


Me gusta la belleza de este mundo tan casual. Siento simpatia por la vida, a pesar de que sea una cena siempre fría. Siempre tarde. Precipitandome al abismo de mi propio interior. Habrá que inventar una buena excusa, cuando pasen cuentas. Me gustaría doblegar a la vida con un gesto. Dicen algunos que es fácil escapar, pero nadie escapa. Estoy esperando una llamada. El tiempo se precipita cuesta arriba.  


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