Cansado
de andar un paso por detrás de mí mismo, me decido a boicotear la
irreversibilidad de esta vida antojada. Indiferente ante mi diferencia me
adentraré en los matices de lo desconocido, amueblando esta sala de espera
vacía y sórdida. Descorro de un golpe las cortinas haciéndolas tambalearse por
sus raíles oxidados. Guardo en un cajón los argumentos que esgrimí, un cajón que
siempre este a mi alcance para recordar que no debo abrirlo nunca. Me deslizo
suavemente por una paz interior que conmueve tanto como sorprende. Y si ha de
llegar el miedo, de nuevo, no hace falta que se disfrace, sabré reconocerlo, y
si no pudiese evadirlo, sabré asumirlo, con la cautela de un sonámbulo atado a
la cama. Cansado de malgastar ese azar inexistente, prevalezco entre mis
recuerdos, ya que soy ellos y ellos son esa historia que nace y muere en mí
mismo, como un cuento que desviste la soledad de la conciencia. Y, me miro al
espejo, incapaz de sonreír, en el preciso instante en que vivo en una carcajada
que intenta ocultar, sin lograrlo, la lágrima que detiene la belleza del
momento. Gracias, simplemente gracias.
El baile de la Vida - Edward Munch |
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