Un azar ebrio repartiendo cartas
marcadas y lanzando dados plomados. No recuerda los nombres, pero se
queda con las caras. No te busca él a ti, lo buscas tú a él, sin
saberlo tan siquiera. Colgando de una cuerda de piano delgada cómo
la línea que separa lo posible de lo imposible. Arrastraba su
empatía en forma de mimetismo que daba arcadas. Cartas devueltas sin
abrir por un destino que no espera. Conceptos que asimilar bajo un
traicionero sol de invierno que nos pilla demasiado abrigados. Y
ahora te toca repartir a ti, seas quién seas.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada